«Si uno pudiera venir al mundo en meteoro», dijo en un verso el poeta irlandés Seamus Heaney. Pues bien,
esto es casi literalmente cierto para el caso de Meisy Correa Hernández, quien llegó al mundo a las 3 de la
mañana un 17 de noviembre, en pleno pico de la famosa lluvia de meteoros llamada, «las Leónidas». Era el año
de 1961, una época convulsa que marca según dicen algunos, el inicio de la era de Acuario para el universo. Para
la crítica literaria, en ese año se perfilan los albores del Boom de la literatura latinoamericana. Para la familia
conformada por Arturo Correa y Genery Hernández, el año marca la llegada de su primogénita.
Los primeros años de la infancia de Meisy Correa transcurrieron en un pueblo del centro del Valle del Cauca,
San Pedro. Posteriormente llegó a Cali, donde vive actualmente, aunque, como dice en alguno de sus poemas,
no ha podido obtener todavía la visa de residente.
En el año de 1987, el colectivo feminista la Manzana de la Discordia publicó por primera vez sus poemas en
forma de calendario que se incluyó en la revista que lleva el mismo nombre. A partir de ahí nace por segunda
vez en el seno de un grupo de mujeres intelectuales que han aportado mucho a la reflexión y al hacer en torno
al discurso de género en nuestra región. Publicó de manera artesanal, dos libros más y en el año de 1991 ganó
el concurso de poesía convocado por el Museo Rayo en ocasión del Encuentro de Poetas colombianas que se
lleva a cabo anualmente, con su libro, Voz a la Mar, que fue editado por las ediciones Embalaje del Museo Rayo.
En la introducción que la poeta Agueda Pizarro escribió para ese poemario, señala que Meisy Correa Hernández
«escribe desde la muerte hacia la vida, leyéndola estamos con ella en la cuerda floja, caminando con los pies
ensangrentados por el filo entre la vida y la muerte». Pizarro cita la frase final de la auto presentación de su
poemario que hiciera en ocasión de un recital de poesía: «Ejecuto el movimiento final, me sumerjo en el dolor para
cruzar de la mano con la vida el umbral hacia la luz». (Voz a la mar, pág. 2)
Continúa diciendo Agueda Pizarro que en su poesía, Meisy Correa traza las huellas del deseo en un baile
donde el «yo» se consume en una tensión entre dos polos magnéticos, se encuentra y se funde en imagen: «Yo
Danza/ Yo Carne./ Yo, palabra,/ Yo-Tu/ He nacido/ de una flor/ arcoirisada/Pluriforme/todaromas/ cuyo nombre
/solo se traduce/ en el lenguaje / de los sueños/.
Pizarro finaliza la presentación de este libro afirmando que con él, meisy Correa esta «llegando a su casacuerpo
de mujer habitada por las voces del encuentro, abrigada por la muerte que es volver a ser. Abre la puerta del
deseo que es la palabra y encuentra allí su propia forma infinitamente anidada en sí hacia adentro, madre en hija,
hija en madre alimentándose en la luz de la leche que enciende la boca de la fiera. ( pizarro, Nueva York, 18 de
marzo de 1992)
La selección de poemas que hemos hecho para esta publicación tiene una unidad temática que gira en torno
a una cosmogonía muy personal; estos textos fueron escritos entre los años de 1995-1998 y aparecieron en una
publicación casera que la autora tituló «Heliotropos». Desde entonces, Meisy Correa se sumergió en el
silencio, como ella misma lo dice en otro poema:
Así, atravesé la puerta de Saturno,
Tracé en mi pecho la constelación de Orión,
Viajé, por el camino de las estrellas
Y encontré la voz del silencio,
Y con ella, el secreto de la Rosa del corazón.
10 años de exilio, aprendiendo a
deconstruir la abismal metáfora del yo.